Tal y como habíamos comentado en el anterior post, existen una serie de principios de diseño que debemos seguir para conseguir una identidad visual efectiva. Hoy analizamos los cuatro restantes, aunque no por ello menos importantes. ¡Vamos allá!
Equilibrio y proporcionalidad
Una identidad visual no equilibrada genera incomodidad en el público y transmite la sensación de que algo no cuadra. A menos que sea intencionado, debemos evitar esto a toda costa. Debemos buscar una composición estable y que sea estéticamente agradable.
Para que nuestra identidad visual esté equilibrada, el peso visual de cada uno de los elementos que la componen (geometría, texto, colores, texturas, etc.) debe estar distribuido de tal manera que, aunque existan elementos que capten nuestra atención, no nos impidan ver o distraigan del resto de la composición.
Esto no implica que nuestra identidad visual deba ser simétrica. Es más, las composiciones simétricas a menudo transmiten la sensación de aburridas y artificiales, por eso deben utilizarse con cautela, utilizando diferentes tipos de elementos para lograr la simetría.
Para mantener las mismas proporciones a diferentes escalas se considera buena práctica diseñar sobre una retícula, lo cual nos garantiza que la identidad visual que diseñamos sea escalable.

Diferenciación
En un mundo tan competitivo como el actual, nuestra marca debe ser fácilmente identificable. ¿Sabes cuantas marcas utilizan Helvética, Arial o Times New Roman como fuente principal? Demasiadas. Por eso este es uno de los principios de diseño más importantes.
El primer paso para diferenciarnos debe ser analizar las identidades visuales de nuestro sector, pues nos permitirá encontrar ciertos patrones gráficos. Puede ser una paleta de colores, un tipo de tipografía, simbología, etc. que utiliza la gran mayoría de nuestros competidores.
Debemos evitar caer en la tendencia de seguir esos patrones. Siguiendo los pasos de los demás quizás conseguiremos llegar a ser como ellos, pero no superarlos. Debemos buscar algo en nuestra identidad que la haga destacar visualmente. No es tarea fácil, lo sé, pero si lo conseguimos, dotaremos a nuestra marca de un valor añadido.
Si pensamos por ejemplo, en una cadena de cafeterías, seguramente Starbucks será una de nuestras primeras opciones pero, ¿por qué? Su color verde y el símbolo de la sirena la diferencian totalmente del resto de marcas que utilizan tonos asociados al café y prefieren representaciones textuales (logotipos).

Facilidad de recuerdo
La mayoría de nuestro público objetivo no va a pasar más que unos segundos observando la identidad visual de nuestra marca y por eso debe ser fácil de recordar.
La simplicidad va a ser nuestra gran aliada para conseguir que nuestra identidad visual sea fácil de recordar. Cuanto más simple y menos elementos la compongan, mejor.
El cerebro humano procesa diariamente una cantidad de información abrumadora y por tanto filtra y retiene sólo las composiciones más simples. ¿Te imaginas recordar las 300 líneas de un isotipo? ¿Y el isotipo de Nike?
Existen numerosas pruebas para comprobar si nuestra marca es fácil de recordar. Una de ellas consiste en mostrar nuestro símbolo de marca en una hoja junto con 19 marcas más, espaciadas y a la misma escala.
Luego mostramos esa hoja a diferentes personas que non conozcan nuestra marca y unos minutos más tarde les pedimos que nos describan las marcas que recuerdan. Si la nuestra está entre las descritas, es buena señal.
La diferenciación también juega aquí un papel fundamental pues, si tu identidad consigue destacar visualmente entre la competencia, las posibilidades de que sea recordada serán mayores.
Por ejemplo, Shell destaca visualmente ante cualquiera de sus competidores. El color amarillo, fácilmente identificable incluso a largas distancias y en condiciones de mala visibilidad y un símbolo tan fácil de recordar que ni siquiera necesita texto, permiten que la marca se diferencie del resto.

Consistencia
La identidad visual debe ser aplicada de forma homogénea y consistente en todos los soportes de comunicación de la marca, tanto físicos como digitales. Esa consistencia facilitará la identificación y el recuerdo de la marca con el tiempo.
Piensa que, si cada día utilizamos unos colores, tipografías, imágenes, etc. diferentes, estaremos dificultando enormemente que nuestro público objetivo nos recuerde pues estaremos lanzando mensajes muy diferentes y generando confusión en el consumidor.
Esto no significa que debamos volvernos monótonos o predecibles, sino que nuestra comunicación debe ser fiel a la identidad visual de la marca y no transmitir mensajes en conflicto. Si te interesa, puedes descubrir más sobre las beneficios de una identidad visual de marca consistente en este post.
En definitiva, diseñar y desarrollar la identidad visual de una marca es un proceso metódico que implica seguir y tener en cuenta una serie de principios de diseño conectados entre sí que aumentarán nuestras posibilidades de éxito.
Debemos ser críticos durante todo el proceso de diseño, analizando y verificando en todas las etapas si cumplimos estos principios. ¿Los cumple tu marca?